martes, 11 de agosto de 2020

Capítulo 4



Fernando y Jesús se encuentran en la calle. Jesús como siempre debe llevar varios paquetes cumpliendo con su trabajo como mensajero. Fernando se ha hecho voluntario en la oficina para ir a comprar un par de cosas que le hacen falta.
--¿vas por ahí? Yo también… --dice Fernando aunque no es cierto.
Han estado juntos un buen rato. Hablando como simples amigos. Ambos pasan un rato que calificarían de fantástico.
--¿vamos a desayunar? –Jesús.
Fernando quiere decir que no porque tiene miedo a entusiasmarse demasiado. Él está muy ilusionado y Jesús tampoco ha hecho nada que implique que desea una relación con Fernando.
--venga, anímate
Jesús habla con un tono de voz tan dulce que es imposible decir que no.
--pero sólo un momento.
Jesús se pone muy contento. Hasta le guiña el ojo. Van a un bar cercano. Hablan tranquilamente aunque como amigos. Fernando está feliz, está viviendo un momento increíble pero siente que es incorrecto en lo que hace, que lastimaría a su familia:
--Él no es amistad lo que busca y yo tampoco –piensa.
Pero sabe que se tendría que enfrentar a su familia por ese hombre.
--No puede haber nada entre nosotros –se repite una y otra vez con triste.
Pero ama demasiado a ese hombre como para mantenerse alejado de él.

Después del trabajo, Fernando se refugia en su soledad. En sus recuerdos con Jesús. Se lo imagina pensando en él, tal vez sufriendo porque él lo rechaza.
--pero me debe entender… Si me hubiera elegido a mí, si no se hubiera acostado con Manuel… ahora seríamos felices.
Siempre es el mismo reproche. Los celos. Fernando no puede olvidar que siendo él libre quiso conquistar a un padre de familia. Lo que Fernando no imagina es que Jesús no está sólo como él sino que se divierte en los brazos de su joven y apasionado amante.



Amanece un día más, Fernando se arregla, se perfuma como si tuviera una cita. Hasta canturrea. En realidad se está preparando para ir a trabajar. Confía que un momento de la jornada tenga excusa para salir y buscar a Jesús. Sino aunque sea en la hora del desayuno. Por suerte ambos trabajan en la misma zona. Fernando tiene muchas ganas de estar con Jesús. Lo busca. Lo ve en el interior de un banco y lo espera. Jesús se sorprende al verlo, al darse cuenta que lo está esperando. Sonríe.
--¿vamos a desayunar? –le propone Fernando.
--Es que aún tengo que hacer un par de cosas.
Fernando tiene muchas ganas de estar con él y como tampoco tiene una prisa excesiva le propone:
--si no te molesto te acompaño y luego desayunamos.
--si claro.
Jesús sonríe muy galante. Los dos están muy contentos de estar juntos. Luego van a un bar.
--gracias por estar conmigo –le dice Jesús muy simpático.
Fernando suspira enamorado. Jesús acaricia la mano de Fernando y le dice mirándolo con intensidad, en una mirada que a Fernando le parece especial:
--Eres un hombre fantástico. Siempre te he visto tan solo, mereces ser feliz.
Fernando se derrite, lo hubiera besado en ese mismo momento pero las heridas del pasado no le dejan entregarse al amor.
--¿así es que te llevaste a la cama a mi cuñado? –le reclama celoso.
Jesús lo mira con cierta tristeza.
--¿porqué sacar el tema ahora?
Fernando siente que podría cumplir la digamos deuda que tiene con Jesús, acostarse con él pero no olvida que no fue su primera opción. Se levanta y dice:
--tú y yo sólo podemos ser amigos.
Jesús quiere pagar la consumición de ambos pero Fernando no quiere saldar esa deuda. Aunque no se lo dice, prefiere seguir arrastrando esa excusa para volver a verse.
--la próxima vez pago yo –dice Jesús.
Fernando está de acuerdo y ambos se sonríen. Fernando mira al reloj. Le gustaría poder quedarse con el hombre pero no puede.
--Tengo que volver a la empresa.
--Pues a ver si nos vemos el lunes –dice Jesús.
A Fernando le hubiera gustado que Jesús le pidiera una cita para el fin de semana pero esto no ocurre. Fernando se lo queda mirando suspirando mientras Jesús se aleja. A mitad de camino, Jesús se gira. Le gusta ver que Fernando lo está mirando y sonríe. Luego sigue su camino. Fernando se va feliz y excitado. Fernando está muy ilusionado, no puede evitar soñar con una relación con Jesús pero enfrentarse a su familia es algo que le duele. Se imagina el sufrimiento de su hermana, la humillación que sería para ella  ver a su hermano con el mismo hombre con el que se acostó con marido.
--Lo que no pienso hacer es renunciar a su amistad.
A Fernando le gusta mucho estar con él y no quiere renunciar a esos encuentros aunque él mismo reconoce que está jugando con fuego y puede quemarse.
--Pero yo lo amo –se dice así mismo mientras vuelve a su trabajo—y ya que nunca lo podré tener como a mí me gustaría pues almenos no quiero dejar de verlo.
Jesús es guapo, es una persona linda y agradable:
--conmigo se porta muy lindo –se dice sonriendo—a lo mejor en el pasado sí fue un cerdo pero ahora ha cambiado, estoy seguro que es un buen hombre.
Lo ama. A su lado se siente vivo, excitado como nunca antes. Cuando le habla, cuando le mira… está loco por Jesús.






Mientras Jesús vive un fin de semana ardiente fornicando a cada momento con Benito, Fernando se pasa la mayor parte del tiempo solo sentado en el sofá esperando una llamada de Jesús. Se refugia en su padre, en sus hermanos, sus sobrinos.

Y llega el lunes.
--Me debes un desayuno –le dice Jesús a Fernando al encontrarse en la mañana.
Y ahora sí Fernando cumple con la deuda encantando. Jesús habla con su seductora y dulce voz mientras Fernando lo escucha hechizado. También habla Fernando y entonces Jesús lo escucha con atención. Ambos están contentos de estar juntos. Sus ojos chispean. Están contentos. La emoción de Jesús traviesa el corazón de Fernando y éste la comparte con Jesús. Sólo hablan como amigos pero Fernando está seguro que Jesús quiere algo más y de hecho Fernando también. Desea estar entre los brazos de Jesús, que lo estreche con fuerza contra su pecho, que sus labios lo acarician. Lo quiere todo de él. Aunque en su familia Jesús es el mismo demonio, aunque por mucho tiempo el propio Fernando lo estuvo odiando:
--No es mala persona –piensa mientras lo mira fijamente.
Fernando lo ama y le gustaría poder luchar por él. Le gustaría dejarse llevar por lo que siente y llevarse el mundo por delante si eso le hace feliz pero no se siente capaz de hacer esto. Podría arrastrar con su pasión a sus sobrinos, lastimaría a su hermana y ellos acabaría lastimando a los niños. Además Fernando no puede estar seguro que eso sea lo que quiera Jesús. Para Jesús Fernando puede ser perfectamente una aventura pero no para Fernando. Estar con Jesús lo dejaría demasiado marcado y no sabe cómo afectaría eso a su relación con la familia. Aunque le duele, está convencido que Jesús no es su destino, que no tendrá nada con él. Jesús se muestra algo tímido. Ha sentido el odio de Fernando y no sabe bien a qué atenerse.
--¿porqué no me invitas un día a tu casa?
Fernando se alterada sofocado:
--No, para nada… Te conozco… Eres un peligro –dice Fernando pícaro.
En el fondo está contento de que al fin Jesús muestre interés en querer seducirlo. Los dos se miran pícaros.
--¿es que no crees que pueda portarme bien? –dice Jesús con ironía.
Fernando hace que no con la cabeza. Los dos se miran sonrientes. Jesús es muy cariñoso con él:
--está bien. Si no te puedes fiar de mí pero puedes fiarte de ti.
--No, no puedo –murmura Fernando flojito.
--¿cómo dices? –Jesús sonriendo.
--No, nada…
Jesús ha hecho como que no lo ha oído pero en realidad lo ha escuchado perfectamente y no deja de sonreír.
--bueno, yo ya me tengo que ir… --dice Fernando.
Se muestra algo nervioso. Jesús alza el puño en señal de victoria:
--esto pollo ya se guisó… está preparado para que yo me lo coma…
Jesús está ya saboreando su victoria. Se muestra tranquila cuando Fernando se gira para mirarlo. Jesús le saluda y Fernando se va muy contento.

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