martes, 11 de agosto de 2020

Capítulo 3










Fernando está desnudo en la ducha. No deja de pensar en Jesús. Le duele que se mantenga a distancia.

--Menos mal que no ha cambiado su actitud… es mejor que ni se le ocurra ser amable conmigo…
Fernando quiere engañarse así mismo. Sería complicado amar a ese hombre que odia toda su familia así que, aunque le duele que así sea, prefiere hacerse creer que no le molesta que no se acerque a él. Fernando está muy caliente pese a la ducha fría. Mete la cabeza bajo el agua pero sigue igual de sofocado. Piensa en el cuerpo desnudo de Jesús, en la época en que era lindo y simpático con él.
--Espero que esos momentos no vuelvan a repetirse –se dice con dolor porque lo que en realidad le duele es que no se repitan. 



Al día siguiente, Fernando llega a su empresa. Ve que hay cartas que repartir.
--¡ya las llevo yo… no me molesta¡
Fernando siente que el corazón se le va a salir de la garganta. Le emociona la posibilidad de poder ver a Jesús. Fernando está concentrado mirando las direcciones que tiene que entregar.
--buenos días.
Es Jesús, se acerca a él con un amplia sonrisa. Fernando mira a ese hombre con profundidad y sí, ese hombre le hizo daño a su hermana, Carmen nunca le perdonaría que tuviera algo con él pero tiene envidia de su cuñado. 
--Seguro que Manuel nunca se sintió tan vivo como en esos momentos que compartió con este pedazo de macho –piensa.
A Fernando le gustaría no reprimirse, dejar libres sus instintos, que las pasiones se desencadenan sin temer a las consecuencias. Desearía sentirse amado por Jesús aunque fuera sólo un instante. Pero en realidad Jesús tampoco ha manifestado interés en tener nada con Fernando.
--¿qué?¿cómo te va?¿qué repartes? –va preguntando Jesús.
Fernando responde nervioso. Ansioso. Esperando alguna propuesta personal del guapo hombre. Jesús se muestra muy amable, hablan un rato de lo que reparten cada uno. Nada profundo. Fernando se la pasa muy bien al lado de Jesús, quisiera que ese momento no acabara nunca. Es Jesús quien lo interrumpe:
--bueno, ya nos veremos.
Y se va de repente y sin mirar atrás. Fernando está contento porque ha visto a Jesús pero le da rabia que Jesús no quiera tener nada con él.
--Es lo mejor, así no le tendría que decir que no--se dice con resignación.
Vuelve a su trabajo con tristeza.
--la próxima vez que lo vea mejor será que vaya por otro camino.
Le agita demasiado verlo pero también es verdad que él provoca estos encuentros. Le gustan pero a la vez le desesperan. 

Un par de días después, Jesús y Fernando se encuentran justo cuando ambos van a sus respectivos trabajos. Jesús se muestra amable, le habla como un amigo normal. Jesús está acostumbrado a que Fernando lo rechaza y le da pena, siente que Fernando lo odia y le gustaría que lo conociera pero tampoco se atreve a decirle nada porque piensa que se puede enojar. Le habla con timidez:
--me imagino que no me querrías acompañar a desayunar ¿no? –le pregunta muy dulce.
Fernando está tentado a aceptar pero piensa en su hermana, en sus sobrinos, en lo que le diría su familia si lo vieran junto al que tan odiado es por casi toda la familia.
--Si juego con fuego –se dice así mismo –me abrasaré.
--¡¡No, no puedo¡ --dice Fernando.
Y se va de prisa. Jesús se queda triste. Le gusta mucho ese hombre.
--Te debe odiar, debe pensar que tienes fijación con su familia --dice Jesús.
Jesús siente que no puede reclamar a Fernando por odiarlo y va a su trabajo triste. Fernando entra muy agitado. Se encierra en el baño de la empresa. Al fin Jesús le ha “pedido una cita”. Fernando sonríe enamorado.
--¡¡lo amo, lo amo¡
Fernando mete la cabeza bajo el grifo para enfriarse. Está enamoradísimo de Jesús. No lo puede negar pero sabe que para tener algo que ver tendría que romper con su familia y eso es algo que no quiere hacer.

Un día más tarde, Fernando sale de su trabajo para ir a desayunar. Se siente solo y triste. Necesita que la voz de Jesús lo acaricie. Va precisamente al bar donde sabe que suele desayunar. Teme que precisamente ese día no esté. Pero sí, Jesús está solo en una mesa tomando un café y un dulce. Fernando, como si fuera algo que hace todos los días, se planta justo delante de la besa.
--Hola… --le dice nervioso.
Jesús lo mira sorprendido. Fernando siempre se ha mostrado distante y a él le duele, ahora le sorprende el cambio.
--¿me puedo sentar? –le pregunta Fernando tímido.
A Fernando le hace gracia la cara de Jesús. Casi se le cae el dulce que estaba comiendo.
--¿cómo? –murmura incrédulo sin entender el repentino cambio.
--¿te molesta si te acompaño? –repite.
Entonces Jesús se levanta y le ofrece la silla de al lado muy amablemente.
--toma lo que quieras. Yo te invito --Jesús.
Jesús es tierno y amable. Ambos pasan un buen rato juntos. Jesús se la pasa increíble con Fernando y a Fernando le anima mucho hablar con Jesús.
--Yo invito –dice Jesús.
Pero Fernando en el fondo prefiere dejar esa invitación pendiente. Saca el dinero:
--No, te invito yo.
Fernando deja dinero para cubrir lo que han consumido ambos. A Jesús le sorprende la amabilidad de Fernando pero tampoco le dice nada. Prefiere dejarlo pendiente.
--otro día te invito yo.
--claro.
Jesús le sonríe.
--¿mañana?
Fernando está muy exaltado pero no quiere hacer nada que lo comprometa. Además ese rato que han compartido le hace ilusionarse pero prefiere mantener los pies en el suelo.
--Otro día.
--¿Cuándo entonces? –insiste Jesús.
A Fernando le pone muy nervioso la presencia de Jesús y prefiere ir despacio. No hacer nada de lo que después se arrepienta.
--No sé… ya lo veremos.
--Me lo debes, me lo has prometido –sentencia Jesús.
Fernando asiente con la cabeza y se despiden con una sonrisa. Fernando suspira enamorado.
--Parece buena persona.
Pero le da miedo tener que enfrentarse a su familia y que luego él desaparezca como le pasó con su cuñado. Le da miedo que su familia le den de lado, que su hermana no le deje ver a sus sobrinos por estar con el que fuera amante de padre. Fernando se siente feliz por su acercamiento con Jesús pero a la vez desgraciado por es una amor que lo enfrentaría a su familia.

Jesús llega a su casa.
--Mi amor ¿has llegado?
--si, Benito. Estoy en casa.
De la habitación sale un chico totalmente desnudo. Jesús le guiña el ojo.
--¿y tú de donde sales?
--Es que te estaba esperando.
Benito es un joven muy ardiente. A Jesús le excita que esté más obsesionado por el sexo que él. Le gusta sentirse deseado.
--si ya lo hemos hecho esta mañana –dice Jesús excitado.
Benito lo va besando, lo va desnudando mientras van hacia el dormitorio:
--pero es que yo necesita coger varias veces al día. Necesito estar contigo.
Los dos desnudos frente a la cama. 
--Yo no sé si aguantaré mucho este ritmo más tiempl --dice Jesús divertido.
Los meses que llevan conviviendo no ha apagado la pasión entre ambos:
--tú déjame a mí… ya verás como te resucito…
Se sonríen y se besan. Caen en la cama en donde se devoran ardientemente. Fernando, por su lado, también cae en la cama. Piensa en Jesús con una sonrisa.
--¿Qué estará haciendo ahora Jesús?
Jesús y Benito el uno encima del otro. Se comen el sexo del otro. Fernando se abraza a la almohada. Suspira enamorado:
--estará pensando en mí… seguro que sí.
Jesús y Benito se golpean uno a otro con sus duras lanzas. Son dos bestias a puro gozo. Fernando, lleno de ternura, espera con emoción un nuevo encuentro con Jesús.







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