martes, 11 de agosto de 2020

Capítulo 9









Fernando está llorando en el lavabo de un bar. Se sorprende al ver que entra Jesús. Éste siente una pasión que ya no puede controlar. Se muestra violento, ardiente. Agarra a Fernando de la ropa y se lo lleva a uno de los váteres. Los dos se miran jadeantes, el aliento de uno enloquece al otro.

--¿¿¡qué haces?¡
Fernando se muestra molesto pero la agresividad de Jesús lo excita mucho. Jesús se va desabrochando los pantalones. Su actitud es brusca pero sus palabras son dulces:
--nunca he amado como a ti y necesito demostrártelo.
El aliento de Jesús embriaga a Fernando. Se deja llevar por su brutalidad. Con la misma agresividad se desabrocha los pantalones mientras jadea:
--eres el amor de mi vida.
Ya no puede decir más porque una dura flecha se clava en Fernando y lo hiere de gozo. Son una unión perfecta de placer y jadeos que frustran. Muerden con fuerzas sus labios hasta sangrarse. Saben que el sonido de sus gemidos se oirían por todo el bar y no es lo que desean. Fernando se aguanta con fuerza a la taza del wáter mientras Jesús le da con todo, le da duro. Fernando lo siente muy a dentro. Es un placer fascinante. Acumulaba tanta placer que era doloroso de tan placentero. Ambos revientan de placer. Jesús traga un aullido cuando explota en el interior de su amante. Está agotado. Jesús aún está en estado de shock, cansado, como en el limbo, cuando Fernando ya ha vuelto a la realidad. No buscaba sólo coger con Jesús pero es lo único que puede tener sin lastimar a su familia. Se sube los pantalones.
--no me dejes así –jadea Jesús agotado y sentado en el wáter.
Fernando se muestra muy sofocado:
--la felicidad cuando está prohibida tiene su precio.
Jesús se ha empleado a fondo para dar placer a Fernando, apenas tiene fuerzas para hablar. No se mueve. Se respiración es entrecortada.
--no digas eso… Podemos estar juntos.
Fernando se abrocha los pantalones. Mira a Jesús con reproche:
--He vivido un momento de felicidad sin preocuparme de las consecuencias, ahora, aunque con dolor, tengo que dejarte aunque tus brazos son mi paraíso.
Se miran con mucho dolor. Se aman con intensidad y Jesús no entiende porque Fernando no quiere luchar por él con la misma intensidad con la que han gozado de sus cuerpos. 
--quédate conmigo –le suplica Jesús con tristeza.
--Tengo que volver a mi mundo aunque sea un infierno.
Ambos han gozado y ambos sufren por igual. Fernando abandona los lavabos como un rayo. Jesús entonces reacciona. Su sube los jeans y sale del lavabo abrochándose los pantalones.
--No me hagas esto, quédate conmigo. Podemos disfrutar aunque sea toda una noche –le suplica. 
Fernando se ha parado justo ante la puerta que separa los baños del bar. Con la voz rota, Fernando le dice:
--¿crees que podré mirar a la cara a mis sobrinos después de haberme acostado con el que fuera amante de su padre?
Jesús lo mira algo desconcertado:
--No tiene caso que remuevas la mierda. No puedes hacer como si no hubiera pasado nada. No después de haber estado en mis brazos.
Fernando quisiera que no hubiera nada que impidiera luchar por esa relación, arriesgarse al fracaso o al éxito:
--¿crees que algún día te podría presentar a mi familia? Estar a tu lado rompería la estabilidad de mi familia, del hogar de mi hermana y no puedo hacerlo.
Jesús se desespera:
--¡Tu cuñado es gay, tu hermana no será feliz con él¡
--Lo sé pero sería demasiado humillante para mi hermana tenerte como cuñado y a mi no me interesas si te tengo que ocultar –le dice Fernando con tristeza. 
Jesús está desesperado e intenta convencerlo de la sinceridad de su amor.
--No juegues conmigo –le suplica desesperado.
--Cree el ladrón que todos somos de su misma condición –le reclama Fernando.
Jesús lo abraza por la espalda para que Fernando no se vaya:
--No puedes dejarme, no puedes renunciar a la felicidad. Si me amas lucha por mí, enfréntate al mundo por lo que quieres. Eso sí crees que yo merezco la pena.
Sus enamoradas palabras hieren a Fernando. Se le muestra como un hombre tierno y no el pervertido que siempre pensó que era. A pesar de sus propios sentimientos, Fernando le dice que no.
--Ya nos hemos dado el gusto. Ahora déjame en paz y olvídame.
Jesús lo mira con dolor y decepción:
--No has entendido nada –le dice Jesús con tristeza—No es sexo lo que quiero de ti, para eso tengo a otros. Aunque por primera vez he hecho el amor y no tengo bastante con un rato, te quiero para toda la vida.
El corazón de Fernando se queda con Jesús pero decide marcharse. Abre la puerta para mezclarse con la gente del bar. Antes de cerrar la puerta dejando atrás su amor y sus ilusiones, Jesús susurra su nombre. Fernando ya ha salido pero mantiene la puerta abierta. Con la voz herida, Jesús le dice:
--Con esto te vengas del daño que le pueda haber hecho a tu hermana, a tu cuñado. El daño que pueda haber hecho a cualquiera en toda mi puta vida. Puedes estar satisfecho, la herida que me has producido nadie la curará. Me has matado.
Fernando también se siente muerto. No mira atrás. Sale llorando como un loco. Jesús cae en el piso y llora y da golpes a la pared con las manos, los pies, la cabeza. Está deshecho. Fernando vaga por un buen rato por la calle. Tiene el celular que echa chispas. Lo reclaman de su trabajo pero no se siente en condiciones para volver. Ya inventará una excusa, ahora siente que el mundo se ha detenido para él. La incertidumbre lo domina. Está enamorado y ha hecho el amor con el hombre que ama pero a la vez siente que ha traicionado a su sangre. Se imagina la humillación de su hermana al saber que se acuesta con el ex amante de su marido, no le dejaría ver a sus sobrinos y eso es lo que más le preocupa. Se siente muy abatido y no puede presentarse a la empresa en esas condiciones. Quiere alejarse de esas calles, teme volver a encontrarse con Jesús así que agarra un taxi y se presenta en su casa. Se desnuda y se ducha para tratar de borrar las huellas de Jesús de su cuerpo pero lo que jamás podrá borrar son las huellas que ha dejado en su alma. Lo sabe y por eso cae de rodillas llorando amargamente
.





Jesús si vuelve a su trabajo. Procura seguir con su vida. En la tarde se desahoga con Benito. Le da placer pero con brutalidad. En cierta manera le está cobrando por no ser Benito. Jesús no lo deja descansar pero el chico acaba quedándose dormido ya de madrugada. Jesús no puede dormir. Tener sexo con Benito le permite no pensar pero en los ratos de soledad es mucho el dolor que siente. Entra en la cocina vestido solo con unos calzoncillos. Se hace chocolate en taza para relajarse. A Benito lo despierta el olor. Se levanta todo desnudo.

--¿qué haces?¿qué te pasa?
Jesús se muestra distante:
--¿quieres una taza?
Benito hace que sí con la cabeza. Mientras se la pone le agarra la mano:
--pero más me gustaría que me consideraras algo importante en tu vida y no el tipo con el que te desahogas sexualmente… ¿porqué no pruebas a contarme lo que te pasa?
Jesús le sonríe con tristeza:
--no te quiero lastimar.
Benito le suplica:
--sé que tienes a otro, más me va a doler que no confíes –le dice Benito con ternura.
--¿seguro que quieres que te confiese mi pecado? –le dice Jesús con tristeza y algo de ironía.
Benito le hace que sí con la cabeza y Jesús le habla de cómo ha enamorado a dos cuñados y de cómo Fernando lo rechaza por no lastimar a su hermana. 
No hay reproches en las palabras de Benito, al contrario. Lo anima para que luche por el amor de Fernando.
--lucha contra él mismo si es necesario.
A Jesús le sorprende que sea Benito quien le diga eso. Benito no quiere que Jesús esté a su lado si ama a otro.
--Piensa en lo que te digo y cuando quieras me pides que me vaya y te dejo libre pero lucha por ser feliz.
Benito se levanta para volver a la cama. Jesús se levanta también y lo abraza. Es mi cariñoso con él.
--eres mi ángel de la guarda –le dice con ternura.
A Benito le duele perderle pero es consciente que no lo tiene así que prefiere ayudarlo a ser feliz.

Fernando está desnudo sobre su cama. No deja de pensar en Jesús. Lo echa de menos, le encantaría estar entre sus brazos pero no se anima. Siente a Jesús como una partida de cartas. El premio es bueno, una vida feliz a su lado, pero hay muy pocas posibilidades de ganar y el coste de la partida es demasiado alto. Le costaría su familia, les haría daño porque odian a Jesús y no entenderían que estuviera con él. 


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