miércoles, 12 de agosto de 2020

Capitulo 10





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Al día siguiente después de su primer encuentro sexual con Jesús, Fernando se levanta con “resaca”, como si se hubiera emborrachado la noche antes. Se levanta todo desnudo. Se mira al espejo con una sonrisa amarga. Ha sido feliz como nunca. Tiene en cada rincón de su piel el aroma de Jesús, se estremece al recordar cada beso, cada caricia, cada golpe.

--Fue el momentazo de mi vida.
Se le escapa unas lágrimas por todo el amor que el día anterior se desbordó y ahora debe tragarse sino quiere lastimar a su familia.
--Ayer probé la felicidad… --se seca las lágrimas—pero se acabó. Lo más importante es la estabilidad de mi familia, de mis sobrinos. No deben pagar por los errores ni de su padre ni de su tío que han caído en las redes del mismo hombre.
Ama a Jesús pero no puede evitar sentir rabia y rencor.
--Todo hubiera sido diferente si se hubiera fijado en mí directamente.
Se aferra a ese reproche, a esa herida de celos para ayudarle a alejarlo de sus pensamientos, a no buscarlo


Se arregla y sale para ir a su trabajo nervioso.
--¿lo veré hoy?
Le gustaría encontrarlo pero a la vez lo teme porque debe rechazarlo y no puede. Va caminando pensando en si debe salir a media mañana aunque sea a desayunar, frecuentar los lugares en donde sabe qué está él. Ese bar que fue testigo secreto de su instante más intenso y feliz. Está tan metido en sus pensamientos que no oye como alguien se acerca y le da unos golpecitos en el hombro. El corazón de Fernando bota de alegría. Sabe que es él. No quiere girarse pero, lentamente, lo hace. Y se encuentra a escasos milímetros de Jesús. La mirada del uno se funde con la del otro. Ambos desean ardientemente besarse y hacer de nuevo el amor. Se miran durante largo rato sin decirse nada. Se miran con profundidad. Finalmente es Jesús quien rompe el silencio.
--¿vamos al bar de ayer? 
Jesús le habla con ternura pero con un toque de lascivia en su mirada. Está muy clara su propuesta y Fernando lo sabe. Se emociona porque tiene muy en carne viva las sensaciones del día anterior y quiere repetir pero no es correcto. 
--Tal vez a ti te valgan unos cuantos polvos pero a mí no y no puedo tener otra cosa con el ex de mi cuñado. 
Jesús resopla y dice:
--No vuelvas con lo mismo. Lo que pase entre nosotros es sólo cosa nuestra.
Pero Fernando no lo ve así. Le habla con dureza:
--No pienso irme a ningún sitio contigo. No quiero verte nunca más.
Le cuesta mucho decir estas palabras. Está decidido a irse pero Jesús no le deja. Le agarra de la mano y lo mira. 
--Fernando –susurra dulcemente.
Y Fernando se estremece. Están a punto de besarse pero el rostro de sus sobrinos, de su hermana aparecen en su mente. Fernando le da un empujón a Jesús y sale disparado. Sabe que si sigue al lado de Jesús harán de nuevo el amor, no podrá dejarlo y pondrá en peligro la estabilidad del hogar de su hermana y sus sobrinos que es lo que más quiere en este mundo. Corre deprisa para huir de Jesús, de la tentación. Jesús queda triste. Piensa en irle detrás pero no le parece que tenga caso. Da una patada y un puñetazo a un árbol y sigue con su camino herido


Días después… 

Es el cumpleaños de Fernando. Un 23 de abril. Lo esperan a comer en casa de su padre. Le hace ilusión ver a su familia pero se pone triste al pensar que no podrá pasar un día tan especial con el hombre que ama. Al salir de su casa se encuentra con Jesús que tímidamente le entrega una rosa y le dice:

--Felicidades.
A Fernando le emociona el gesto. No esperaba que supiera que es su cumpleaños. Hacía varios días que no lo veía y se moría de ganas de estar con él. Ni él mismo sabe cómo es capaz de demostrarle odio cuando lo está amando tanto. Es un odio y un rencor que no siente aunque en parte. Siempre tiene para reprocharle que por culpa de no haberlo elegido antes que a su cuñado ahora no pueden estar juntos libremente sin que él tenga que enfrentarse a toda su familia. Fernando se queda helado al ver a un sonriente Jesús frente a él con una rosa en la mano. Fernando se aleja un poco para apoyarse en la pared. Se estremece al ver a su amado caminar hacia él. Fernando se emociona mucho, no es capaz de moverse del sitio. Desea besarlo pero en cambio le manifiesta un odio que no siente. Le dice que lo odia por el daño que le ha hecho a su familia y que no quiere verlo más. Jesús sabe que no es cierto, que Fernando lo ama. Lo abraza y lo siente temblar. Los labios de Jesús se acercan a los de Fernando. Ambos se desean con urgencia pero Fernando, pensando en su familia, se aparta de él con violencia.
--¡¡no soporto que me toques¡ ¡¡no lo vuelvas a hacer¡
Fernando no entiende de donde saca fuerzas para mostrarle ese rencor cuando por dentro se deshace por sus besos. 
--No me hagas esto –le suplica Jesús desesperado.
Fernando se da la vuelta para que Jesús no lo vea llorar. Jesús lucha por hacer salir los verdaderos sentimientos de Fernando:
--¡sé que me amas, sino no habríamos hecho el amor¡ ¡¡te entregaste a mi sin reservas y lo hiciste por amor¡
--Ya no siento nada por ti y lo del otro día fue un simple polvo sin importancia que ya ni recuerdo. Ya tengo quien ocupe mi cama –le dice fingiendo una frivolidad que no siente.
Con la mirada y la voz herida, Jesús le susurra mientras le da la rosa con timidez:
--sé que esto que dices no es cierto, que están tan enamorado de mí como yo de ti.
Fernando desea alejar a ese hombre de su vida así que, con dolor, le estampa la rosa en toda la cara. El dolor de Jesús es el dolor de Fernando. Fernando se aleja corriendo, un amargo llanto inunda el ánimo de los dos. Están desesperados. Se aman y le duele no estar juntos. Fernando está muy alterado. No tiene muy claro que sea cierto que Jesús lo ame pero ¿para qué mentirle si ya ha obtenido lo que busca de todos los hombres?
--si sólo me hubiera querido para un simple polvo no tiene sentido que ahora me siga buscando cuando ya ha obtenido mi cuerpo.
Le emociona pensar que Jesús lo ama de verdad.
--pero no puede ser. Yo lo amo pero Jesús está prohibido para mí –se repite una y otra vez.

Fernando camina por un parque para relajarse. Se lava la cara en una fuente antes de llegar a casa de su padre. En la puerta se encuentra con Francisco que lleva un enorme centro de rosas.
--¡no me olvidé de tu cumpleaños¡
Es toda una sorpresa para Fernando que no esperaba volver a verlo.
--Después de estar juntos de nuevo no puedo renunciar a ti, quiero pasar contigo este día.
Refugiarse en Francisco puede ser bueno para olvidar a Jesús pero prefiere no mezclarlo con la familia:
--¿estás en un hotel? Te llamo luego…
Francisco le guiña el ojo:
--por favor… --le dice mientras le da una tarjeta.
Fernando quiere intentarlo. Le apetece quedar con él, hablar de los viejos tiempos. Siempre va bien tener un amigo. Le gusta estar con él. Es atractivo y simpático. En los momentos más difíciles es cuando más se agradece un amigo y eso es Francisco para él. Aunque no quiera, Jesús es y será el gran amor de su vida
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Francisco y Fernando cenan juntos. Luego Francisco quiere ir a casa de Fernando a hacer el amor.
--mejor dejemos las cosas como amigos.
Francisco no había pensando en decirle nada pero le cuenta el verdadero motivo por el que ha ido a buscarlo.
--me estoy muriendo y el poco tiempo que me queda quiero pasarlo contigo.
Francisco trata de sonreír aunque hay tristeza en sus ojos. Van caminando hacia casa de Fernando mientras que Francisco le va contando que le han diagnosticado un tumor cerebral no operable y que le queda menos de un año de vida.
--Me he pasado toda mi vida lamentándome por haberte dejado ir. Ahora ya nada de eso me importa.
Fernando siente pena. Recuerda aquel primer amor lleno de vida que tanto le hizo disfrutar y tanto amor. Lo abraza.
--Yo estoy a tu lado. Tienes mi apoyo incondicional.
Francisco lo besa y Fernando no lo puede rechazar. Francisco está asustado ante la idea de la muerte pero estar junto a su primer amor le hace feliz. Sus ojos son tristes pero procura sonreír. Mira a Fernando enamorado y le muestra un anillo:
--Era de mi abuelo.
Para sorpresa de Fernando, Francisco se arrodilla ante él y le pregunta:
--¿te quieres casar conmigo?


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